Matar un reino





Con una colección de diecisiete corazones de príncipes en su haber, Lira es una sirena temida y venerada en todos los confines del reino submarino. Pero un desliz provoca que su madre, la Reina del Mar, transforme a Lira en lo que más aborrece: un ser humano. Privada de su voz, Lira dispondrá hasta el solsticio de invierno para entregar el corazón del Príncipe Elian a la Reina del Mar o permanecer como humana para siempre. A pesar de ser el heredero del reino más poderoso de la Tierra, para el Príncipe Elian el océano es su verdadero hogar; y dar caza a las sirenas, su misión en la vida. Cuando rescata a una joven a punto de morir ahogada, sabe que es más de lo que aparenta, pero ella promete ayudarlo a encontrar la clave para destruir a todas las sirenas para siempre. 

Nos hemos animado a leer este libro porque salió como lectura de verano en el club de lectura Oasis literario y, aunque no nos llamaba demasiado, decidimos darle una oportunidad, que ha resultado en una pérdida de tiempo (ojo, ésta es nuestra opinión, sabemos de gente a la que le ha gustado).

La historia empieza contándonos que hace mucho tiempo, los humanos mataron a la diosa Keto, y por ello las sirenas buscan venganza, y la manera de hacerlo es que el mes de su cumpleaños matan a un humano, le sacan el corazón, y lo entierran en la arena de su habitación. Hasta ahí, más o menos bien.

Luego nos encontramos con un humano que quiere erradicar a las sirenas. Este humano resulta que es, ni más ni menos, que el hijo del rey Midas. Sí, el mismo rey Midas que convierte en oro todo lo que toca (perdona, ¿no estábamos leyendo un retelling de la sirenita? ¿Qué narices pinta aquí el rey Midas?).

Y resulta que luego nos vamos a encontrar en unos tejemanejes varios para, al final, llegar a la conclusión que habíamos llegado en cuanto nos presentaron a los dos personajes principales. Así que nuestra descripción de este libro es que es muy predecible, sin mucho sentido, metiendo algún que otro personaje con calzador, y cuya narración no nos ha cautivado por ningún lado.


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